Una
joven holandesa que va a ser madre en breve, se ve en la tesitura de cumplir la
promesa que le hizo a su abuela: si tenía un hijo varón, le pondría el nombre
de un primo lejano, “el primo ponebombas”, héroe familiar.
El
héroe familiar, miembro de la resistencia en la última etapa de la ocupación
alemana en Holanda, atentó en diciembre del año 1946 contra un traidor a la
patria. Al menos, eso es lo que la joven sabe, lo que ha llegado a sus oídos
por tradición oral.
Pero
quiere estar segura, antes de ponerle este nombre a su hijo, con el fin de
honrar a un héroe, de que efectivamente su familiar es un héroe. Para ello se
sumergirá primero en una serie de visitas a familiares ya octogenarios, para
pasar a amistades de familiares, pasando por los archivos oficiales de la época
y llegando incluso a querer saber más: ¿quiénes eran las víctimas del atentado?
Una
búsqueda contrarreloj, pues la joven tiene que saber quién era su familiar
antes de que nazca su hijo. Quizá se podría haber hecho más con esta historia,
pero es entretenida y fácil de leer.
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