Me apetecía, no sé por qué, releer este
clásico del siglo XIX. Es cierto que la prosa de Charles Dickens es una
maravilla, y en concreto la historia de David Copperfield más, pero es posible
que lo haya leído por décima vez.
La novela narra la vida de David, desde su
nacimiento y primera infancia (muy feliz) hasta que su madre, viuda, vuelve a
casarse, y se acaba la felicidad a manos de su padrastro, cruel con su madre y
con él. Tras la muerte de ella, se traslada a vivir a Londres para trabajar,
ante su horror por la imposibilidad de ser un hombre instruido en un futuro.
Escapa de aquella vida para refugiarse en la bondad de su tía Betsey, quien es
la extravagante de la familia pero se convertirá en la bienhechora de David.
David estudiará y se convertirá en un hombre,
siempre de la mano de su buena amiga Inés Wickfield, en cuya casa pasará los
años de colegio que le restan. Se trasladará a Londres para buscar un puesto en
la sociedad, se enamorará, se casará…
Por la novela pasan infinidad de personajes,
entrañables la mayoría, despreciables también algunos. ¿Qué decir del señor Micawber,
siempre endeudado y saliendo de sus crisis con optimismo? ¿Y la pequeña Emily,
desgraciada en el amor, deshonrada y emigrante con su tío siempre fiel? ¿Y Ham,
fiel y desgraciado hasta la muerte? Pero, ¿y Uriah Heep, el colmo de la mezquindad,
quien pudo convertir a muchos de los amigos de David en desgraciados?
Una maravilla de la literatura clásica, no
puedo decir más.
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