Tercera entrega de la investigadora Erika
Foster, que en esta ocasión ha sido degradada y no ocupa el cargo que debiera ocupar,
ni investiga los casos que debería investigar. Después de discutir con sus
superiores al finalizar la segunda novela, ahora se dedica a la investigación
de tráfico de drogas.
Pero buscando un alijo, encontrará algo que
no esperaba: los restos de una niña desaparecida veintiséis años atrás. La
familia de la niña quedó destrozada tras el triste suceso, sobre todo porque
jamás consiguieron pasar página, ni los padres ni los hermanos.
Pero parece que, aunque es un caso antiguo,
sus consecuencias derivan hasta hoy. En seguida empiezan a suceder cosas
extrañas y vemos que hay una mano negra que intenta averiguar qué pasa y qué
sabe la policía.
Mientras tanto, Erika Foster sigue llevando
como pueda su sentimiento de culpabilidad por la muerte en acción de su esposo,
y sigue teniendo una relación poco amigable con sus colegas. Lo que no impide
que siga siendo una magnífica investigadora, por supuesto.