La inspectora jefe Erika Foster no es una
mujer de trato agradable, razón por la que no está muy bien considerada de cara
a subir en el escalafón de la policía. Ahora bien, es concienzuda, intuitiva y
jamás suelta a su presa. Aunque se lo ordenen desde las altas esferas.
Cuando aparece asesinado en su casa un médico
de familia, asfixiado con una bolsa de suicidio (no sabía que existieran), y su
casa está perfectamente ordenada, saltan las alarmas. ¿Cómo entró el asesino? No
hay pistas, y no hay ninguna más hasta que aparece un exitoso personaje
televisivo asesinado de la misma manera. No parece haber relación aparente
entre ambos hombres, y la inspectora indaga pero sin apenas resultados.
Hasta que un par de pistas le hacen
comprender que la asesina puede ser, en esta ocasión, una mujer. Los medios de comunicación
comienzan a llamarla “la cazadora nocturna” y cuál será la sorpresa de Erika
cuando esta se pone en contacto con ella.
Pero la pesadilla no ha terminado, y de hecho
la asesina volverá a matar una vez más, y esta vez muy cerca y en el entorno de
Erika…
De nuevo, una buena novela negra. A por la
tercera.
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