De nuevo comienzo una saga de novela negra, y
de nuevo he encontrado un personaje dentro del mundo policial que me ha
enganchado. Se trata de la inspectora jefe Erika Foster, que viene de haber
perdido a su esposo en un asunto del cuál se culpa inevitablemente. De
ascendencia eslovaca pero residente en Inglaterra desde hace muchos años, se
siente integrada en la sociedad inglesa. Tras pasar un período de, en teoría
recuperación, se incorpora a su labor policial en el momento en el que aparece
el cuerpo sin vida de una joven de la alta sociedad.
Erika comienza a investigar y le sorprende
darse cuenta de que su labor va siendo entorpecida por sus propios jefes,
quienes se ven más partidarios de mantener contenta a la familia de la joven Andrea
asesinada, permitiendo que el padre, hombre de negocios y caballero, dirija las
operaciones. Pero ella no está de acuerdo con el sistema y se ve apartada del
caso ante sus intervenciones contrarias a las órdenes que recibe, incluso
cuando está claro que el asesino trata de acabar con ella.
Una heroína a la altura de las mejores
investigadoras que he tenido la satisfacción de conocer. En breve comenzaré la
siguiente entrega.
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