viernes, 4 de junio de 2021

La tabla de Flandes

 


Seguramente hace casi treinta años que leí esta novela de Pérez Reverte, en mi época de estudiante universitaria. Nunca más volví a ella, y no se convirtió en el típico libro que relees una y otra vez, supongo que porque fue un préstamo que puntualmente devolví a su dueño o dueña (o quizá a la biblioteca municipal).

Pero siempre fue una historia que recordé con agrado, aunque en realidad no recordara más allá de lo básico: crímenes y pintura. Hace un par de meses, en un chat de amigas donde uno de nuestros temas de conversación (entre otros muchos) es la lectura, una de ellas dijo que quería volver a leer La tabla de Flandes, y me picó el gusanillo.

Y casi una vida después, volví a sumergirme en la historia de Julia, y César, y Muñoz, y esa maravillosa pintura que narra una historia de amor, desamor y muerte hace varios siglos. Y volví a quedar enredada en la trama, en esa Julia amenazada y a la vez fuerte y a la vez protegida, ese César flemático, ese trágico Muñoz, aunque quizá no tan trágico como Menchu…

Una novela que hay que leer al menos una vez en la vida. Solo un pero, pero eso es responsabilidad mía (desventajas de releer): en la página treinta recordé quién era el malo.

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