Ángeles Caballero nos
cuenta en primera persona una historia real, tan real como la vida misma. La historia
de una hija que, sin saber cómo, se convirtió en la madre de sus padres. Una
hija aún joven que asumió la responsabilidad de acompañar y decidir a través de
las enfermedades de sus padres, y comenzó a cuidar y asumió los cuidados de sus
padres como una parte más de su vida, junto con sus facetas de trabajadora,
esposa y madre.
Contada esta historia
desde la más absoluta naturalidad, a mí concretamente me remite a mi
adolescencia, que fue parecida a la que ella cuenta en la primera parte de la
novela. Al fin y al cabo, nos llevamos cuatro años y apenas unos kilómetros
separan Leganés y Getafe, aunque la rivalidad entre vecinos siempre haya
llevado a calificar como “aldea” a esta última.
La parte final, donde ya
se ve el inminente desenlace, relata sin caer en la dramatización todo un paseo
por hospitales, enfermedades, consultas y residencias. Es por esta parte final
por la que no le daré este libro a mis padres para que se lo lean, porque creo
que les dará mucha pena. Pero para mi generación, muy educativo.
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