Millie sigue trabajando como asistenta, y tras una etapa de su vida en la que ayudó a mujeres con problemas conyugales (a veces escondiéndolas y cambiando su identidad, otras veces por métodos más expeditivos), encuentra un empleo en el que parece que de nuevo la mujer que vive en la casa sufre malos tratos. Ha sido contratada por el marido, y el maltrato parece ir a más. Aunque quiere permanecer al margen, su carácter se lo impide y finalmente se implica.
Pero su ayuda no es suficiente y se ve en una escena en la que no tiene más opciones que disparar contra el maltratador. A partir de aquí, la historia da un giro de guion que me sorprendió, pero en el fondo esperaba, tras haber leído la anterior entrega.
De nuevo, suspense y buen entretenimiento.
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