Si Agatha Christie es
la maestra del género, por algo será. En esta novela conjuga todos los aspectos
que hacen que una novela policíaca sea intrigante y mantenga el interés hasta
el final.
El tema es
sobradamente conocido: en un tren (el Orient Express) se comete un asesinato. Un
hombre es encontrado muerto a puñaladas. Debido a una tormenta de nieve, el
tren estaba parado en medio de la nada, lo cuál implica necesariamente que el
asesino continúa en el tren. Como no hay ningún intruso, el culpable es uno de
los que legítimamente ocupan uno de las literas del vagón donde se encontró al
muerto.
Hércules Poirot, el
famoso detective creado por Agatha Christie, se encuentra casualmente en el
tren. Al estar aislados por la nieve y sin opción de pedir ayuda a la policía,
es el encargado de las pesquisas que, finalmente, darán resultado. Un resultado
sorprendente, ciertamente, pero también el único resultado posible.
Una trama
perfectamente hilvanada, unos personajes totalmente creíbles (dentro del mundo
de Poirot, no del actual), unos diálogos sobradamente trabajados… Una pequeña
obra de arte del género.
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