Tras escapar de la
Unión Soviética durante la II Guerra Mundial, embarazada, sola y echando
infinitamente de menos a Alexander, Tatiana huye a Estados Unidos. Allí dará a
luz al hijo de ambos, Anthony, y reconstruirá su vida sobre los recuerdos que
le quedan de su marido muerto en las áridas tierras de Rusia.
Pero Alexander no
está muerto, sino que fingió su propia muerte para que Tatiana pudiera huir. Tras
enfrentarse a las acusaciones de espionaje, salva la vida y de nuevo vuelve a
primera línea de combate. El frente ruso es espantoso, y tras ser capturado por
los alemanes, termina la guerra y Alexander es considerado traidor en su propia
patria por haberse dejado hacer prisionero. Acaba en el campo de concentración
de Sachenhausen, donde comprende que nunca saldrá a no ser que escape.
Tatiana recibe una
señal de que su marido está vivo por una conversación que éste mantuvo con un
soldado americano. Comprende que tiene que ir a buscarlo y, bajo su disfraz de
enfermera de la Cruz Roja Internacional, se internará en la Alemania ocupada
por los soviéticos, conseguirá llegar a su marido y salvarlo de un futuro
espantoso.
Mejor que la primera
entrega de la trilogía, más ágil y sin centrarse en la historia de amor, sino
en las vicisitudes de la guerra en el frente ruso y en el Nueva York de esos años.
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