John Grisham vuelve a desarrollar una trama de juicios, abogados,
intrigas empresariales y electorales. En esta ocasión, todo comienza cuando
acaba un juicio. Una compañía industrial ha estado contaminando el suelo de los
alrededores de su fábrica, tirando residuos sin control y provocando una
verdadera catástrofe ecológica en el agua de una pequeña población del estado
de Misisipi. La demanda de una joven viuda, que perdió en el lapso de ocho
meses a su esposo y a su hijo, es admitida y sentenciada por un tribunal con
jurado a una indemnización de cuarenta y un millones de dólares.
Pero la compañía no admite esta situación, y se dedicará a
maquinar una desestimación en el tribunal de apelación. Para ello, cuenta con
las próximas elecciones a juez, donde uno de los candidatos será colocado por
la compañía y sus allegados y entrará en una vorágine electoral totalmente
manipulada. El juego sucio está servido. No servirán de nada las buenas
intenciones de la magistrada anterior, jueza honrada y minuciosa, ante los
intereses generados por corporaciones multinacionales que pretenden limitar
todas las indemnizaciones, que castigan a las compañías de seguros para
beneficiar a los damnificados.
No es lo mejor que he leído de Grisham (hay verdaderas joyas entre
sus otros libros) pero es entretenida, como siempre, una novela de buenos y
malos. En España sería impensable una campaña electoral en esos términos,
mezclando continuamente ideas religiosas con ideas políticas, pero en Estados
Unidos todo es posible…
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