Laura Norton ya me convenció con sus dos novelas sobre el karma (No culpes al karma de lo que te pasa por
gilipollas, y su continuación). En esta nueva novela vuelve al estilo fresco
que la caracteriza. La historia comienza cuando Bea, una joven arquitecta a punto de casarse, da carta blanca a su
prometido para ligar con una atractiva presentadora de telediarios. Cuando su
prometido efectivamente acaba besando a la joven, la reacción de Bea es huir, y
acaba huyendo hasta su aldea natal en Cantabria.
Allí, la familia de Bea es muy peculiar: una hermana mayor
alcaldesa y enfrentada con medio pueblo por una industria que quiere instalar;
otra hermana que acaba de ser madre y que esconde un oscuro secreto que podría
ser carcajeante si no fuera trágico; una madre medio curandera y un padre
ausente ocho meses al año… Bea será el catalizador para que sucedan cosas que
son malas, pero que el tiempo pondrá en su lugar y quién sabe si no acabarán siendo buenas.
Algunos momentos del libro son verdaderamente desternillantes, y aunque
en el trasfondo de la novela esté la realidad de una joven cuya vida no está
yendo bien, ciertamente no podemos evitar reírnos y reírnos con esta joven
metepatas.
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