No sé si toda la novela negra francesa
sigue el mismo método, pero la que he leído últimamente sí. Aunque en esta
ocasión, la autora era una desconocida para mí.
Deborah es una bella joven que,
aparentemente, está sometida a su esposo dentro del matrimonio. Su vecina, a través
de la cuál vemos parte de la historia, está convencida de que su marido la
maltrata tanto psicológicamente como quizá físicamente. Cuando Laura, su
cuñada, desaparece, entra en escena su cuñado, hermano pequeño de su esposo, junto
con su pequeña hija de cuatro años. Se instala en su casa y esta circunstancia
parece ser el catalizador para que toda la vida perfecta de esta perfecta ama
de casa, con su perfecto esposo, salte por los aires.
Por otro lado, tenemos al policía
Sacha Mendel, del que sabemos que no es perfecto, más aún, ha cometido algún
delito muy serio, pero no podemos evitar sentir compasión y simpatía por él. Sobre
todo porque es muy infeliz en su matrimonio y se enamorará perdidamente de
Deborah, al fin y al cabo una testigo, implicada y quién sabe si quizá
sospechosa de un crimen…
Perfectamente hilada hasta el final, una estupenda
novela negra con buenos y malos, con vencedores y vencidos.
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