Cuando una novela es buena, no importa que tenga
muchas páginas. De hecho, se agradece. En este caso, estamos hablando de una
novela magnífica, y no importa el grosor (casi 900 páginas).
La historia está contada por un agente
norteamericano que no es del FBI ni de la CIA, sino de incluso más arriba. Tras
tener una infancia complicada, es reclutado por el Gobierno para trabajar en
diversos asuntos relacionados con espionaje, utilizando métodos nada ortodoxos
en muchas ocasiones. Finalmente, abandona esa vida y escribe un libro sobre
investigación criminal que se convierte en un manual para que alguien cometa
asesinatos, comenzando por un mugriento motel.
Por otra parte, conocemos la historia del
Sarraceno, también desde su complicada infancia. Un niño de Arabia Saudí que ve
cómo su padre es decapitado, lo que le lleva a radicalizarse como musulmán y
acabar convirtiéndose en un terrorista. Pero un terrorista inteligente y
formado, que idea una manera de convertir el terrorismo biológico en una
realidad. Dada su formación como médico, le cuesta trabajo pero finalmente
consigue sintetizar una variante de la viruela con una tasa de mortalidad del
cien por cien.
Los servicios de inteligencia estadounidenses dan
con una pista de que algo de este tipo se está cociendo. Necesitan a alguien
sobre el terreno, y recurren al ya retirado agente, que adopta el seudónimo de
Pilgrim. Todo se convierte en una carrera contrarreloj para evitar que el virus
se extienda.
Una novela perfectamente escrita, donde todas las
historias encajan perfectamente. Trepidante y adictiva, las últimas cien páginas
sólo pueden leerse de tirón. Puede que lo mejor que he leído en los últimos
tiempos.
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