La continuación de una novela lacrimógena debería
ser, quizá, otra novela lacrimógena. Pero no es así.
Tras la historia de amor (poco creíble) entre
Louisa y el tetrapléjico Will, que acabó fatal, Louisa trata de rehacer su
vida. Vive en Londres y tiene un mal trabajo como camarera en el aeropuerto, se
ha comprado un apartamento con el dinero que heredó y deja pasar los días. Un día,
bebe más de la cuenta, sube a la azotea de su edificio y sufre un accidente que
a casi todos les hace sospechar en un intento de suicidio. Su familia la apoya
incondicionalmente, y cuando tras
recuperarse vuelve a Londres, asiste a reuniones de apoyo para superar la
muerte de un ser querido.
Nuevas personas entran en su vida, y no serán sólo
sus compañeros de desdicha. Allí conoce a un hombre que le interesa y que le volverá a hacer vibrar, pero también aparece en escena
la hija de Will, de quien él nunca supo, y se convertirá en una responsabilidad
para Louisa, pues al fin y al cabo es una parte de él…
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