César Pérez Gellida finaliza su segunda trilogía con Sancho como
protagonista. Lamento decir que me ha faltado algo. Quizá le cogí tanto aprecio
al pelirrojo vallisoletano que le he echado en falta durante gran parte del
relato.
La historia se va desgajando en diversos episodios que finalmente
confluyen y finalizan cerrando el relato muy coherentemente. Por un lado, están
Erika y Olafur en Argentina, buscando el cartapacio de Minos de la mano de
Buja, un pobre hombre que trata de olvidar la muerte de su hijo, de la que se
siente culpable, y que sabe mucho acerca de la Congregación de los Hombres
Puros. Por otro lado, el arcángel Gabriel (en realidad una albina muy letal) va
realizando su labor, asesinando a diferentes miembros de la Congregación. Y muy
de refilón, nuestro querido Sancho, allá en Valladolid. No es hasta mediados
del libro que toma algún protagonismo, y es lo que he echado de menos. Comencé
el libro buscando a Sancho y no lo he encontrado lo suficiente.
Por lo demás, buena trama aunque quizá demasiado utilizada últimamente:
la búsqueda del tesoro por medio de pistas encerradas en un antiguo libro. En
este caso, gracias a Dante.
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