John Grisham es un valor seguro, casi nunca
me ha decepcionado. En esta ocasión, no lo ha hecho una vez más.
Un joven abogado comete un error (no un
delito, un simple error) y se ve arrastrado, junto con una sarta de mafiosos, a
la cárcel con una condena de diez años. Pierde su trabajo, obviamente, pierde a
su esposa y a su hijo. Cuando lleva allí unos años, comienza a maquinar la
manera de salir de la cárcel antes de cumplir su condena, con una buena
cantidad de dinero en el bolsillo.
La oportunidad llega con el asesinato de un
juez federal. Si gracias a su colaboración las fuerzas del orden consiguen
imputar a un sospechoso, saldrá en libertad con una suculenta recompensa. Ahora
bien, él no se conforma, quiere más, y para ello, ¿qué mejor que hacerse con un
botín que nadie ha reclamado y más aún, nadie sabe que existe?
Todos los pequeños engaños, todas las
triquiñuelas que llevará a cabo para hacerse con su (a su entender) merecido
botín, están perfectamente hiladas, como no podía ser de otra forma en manos de
John Grisham.
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