Crónica de una juventud absolutamente odiosa. El
protagonista, Carlos, en concreto, es un chico de aproximadamente veinte años,
con ningún valor moral y ningún cariño por ninguno de sus allegados. Ni sus
padres, ni sus hermanos, ni su abuelo, ni por supuesto sus amigos ni sus
chicas.
Es verano, y Carlos ha aprobado en la facultad,
por lo que todo lo que tiene que hacer es dormir hasta las dos, salir con los
amigos al Kronen (un bar) a emborracharse, drogarse, buscar de vez en cuando un desahogo sexual con alguna chica y poco más.
No le interesa nada, salvo la violencia, pues está obsesionado con algunas películas
y libros absolutamente violentas y sádicas.
La historia está contada en primera persona,
desde una perspectiva absolutamente primaria. Comer, dormir, cagar, salir,
beber… Unos días con muchos amigos, otros con pocos, siempre rezumando un
absoluto desprecio por la gente que le rodea.
El final de la historia es el que se prevé,
finalmente toda esta vida se le acaba
yendo de las manos. La pena es que no haya un castigo para semejante
personaje.
Leí esta novela hace muchos años, de hecho me la
regalaron estando yo en la facultad y compartiendo generación y Madrid con el
protagonista. Ya en aquel momento sentí un rechazo instintivo por la vida que
llevaba, y hoy, muchos años después, mi rechazo ha aumentado. Espero, de todo
corazón, no conocer a nadie en mi entorno así.
Y no voy a discutir, por supuesto, la excelente
narración que hace José Ángel Mañas. Discuto el fondo, no la forma. La forma es
excelente. De hecho, fue finalista del Premio Nadal 1994.