Excelente, excelente la entrega número 10 de la serie del
inspector Sejer. En esta ocasión, el inspector se ha hecho mayor, de hecho su
nieto ya tiene dieciocho años y él se siente a punto de acabar con su vida
laboral, al margen de notar una declive físico marcado por la edad.
Todo comienza con algo que podría ser considerado una broma, pero
que puede dar lugar (y de hecho lo da) a un malestar extremo entre los
afectados por ella. Una niña de ocho meses que duerme tranquilamente en su
carrito, en el jardín posterior a su casa, aparece bañada en sangre. La niña
está ilesa, pero las consecuencias emocionales para su padre y su madre son
inabarcables.
Esto es una muestra de las bromas que el adolescente, hijo de madre
alcohólica y de padre desconocido, puede tramar. Él quiere que las personas que
se sienten seguras del amor y de la familia comprendan que no todo tiene por qué
ser la felicidad. También juega con la muerte (esquelas falsas, llamadas de
emergencia) y acaba atemorizando a toda una región. El inspector Sejer será el
encargado de averiguar lo ocurrido.
Pero el joven ha entrado en una escalada de violencia, y siente un
odio tal por su madre, que tarde o temprano algo se escapará de las manos y
alguien acabará muriendo.
Un relato que engancha y fascina desde el principio hasta el
final.