David Trueba nos relata en unas pocas páginas el periplo de Beto,
un joven español atrapado por una crisis económica, pero también sentimental. Durante
un viaje de trabajo a Munich su vida se hace pedazos, pedazos que acabará
recogiendo no sabemos muy bien cómo, Helga, una mujer alemana muchos años mayor
que él. Acabarán pasando un par de noches juntos, y no he podido evitar
preguntarme si una relación así sería o no posible.
Beto vuelve a España, y su vida sigue hecha añicos. En el proceso
de recomposición, no puede evitar que de vez en cuando el recuerdo de Helga
vuelva a él. Aún entendiendo que sería algo sin sentido, se deja guiar por los
impulsos (Beto no piensa mucho, todo hay que decirlo) para acabar en Mallorca
una noche de fin de año.
No he conseguido sentir simpatía por Beto, aunque sí por Helga,
una mujer mayor, con su vida hecha, que es capaz de arriesgarse y echar una
cana al aire.
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