Eduardo Mendoza tiene, en
ocasiones, una manera de escribir que desconcierta. Pero solo durante unas
cuantas páginas, hasta que el lector se introduce en la historia y comienza a
ponerse en la piel de cada uno de los personajes. Personajes, por otra parte,
extraños dentro de su normalidad: el expresidiario que trata de mantener una
relación cordial con el hijo al que apenas conoce; la joven lista y guapa que
no sabe relacionarse y por eso ha acabado trabajando donde está; el anciano al
que se le olvidan las cosas, incluso dónde trabaja… Y todos ellos desempeñan
sus funciones laborales en “La Organización”, una especia de T.I.A. de Ibáñez
en la que los absurdos aparecen por doquier.
La Organización investiga
a la vez tres asuntos: un hombre muerto en un hotel, sin identificar; la
desaparición del dueño de un barco; por qué una empresa conservera no ha subido
sus precios. Estos asuntos pueden estar (o no) relacionados, pero un cartel de
variopintos personajes se encargará de dar los pasos necesarios para averiguarlo,
encontrando por el camino otra serie de personajes curiosos, tales como un
taxista aburrido o una prostituta extranjera con los que transcurrirá esta
extraña aventura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario